viernes, 25 de diciembre de 2015

Marga



...Hasta hoy no pude hacerme el retrato...el fotógrafo...rubio...pequeño...seboso...meneaba la cabeza...¡vamos!, dé un poco de vida a ese rostro...espresión, espresión... a ver... ríase... sonríase... y como los niños, se reía él con dientes... dientes horribles pastosos... para llevarme a ello.

...Descontento... un difunto, vaya una cara de retrato... en fin...

No lo debí hacer bien verdaderamente... aunque sí procuré alegrarme... te quería dejar un recuerdo mío plácido... pero... ya tú ves... ¡no podía!...

martes, 14 de julio de 2015

Diarios - 18 de marzo, lunes

"Suicidarse es perder la noción de la fatalidad y del destino. No tener más miedo de lo que todavía puede venir a hacerme doler y sufrir.
Suicidarse es reconocer que lo peor está ocurriendo ahora.
El suicidio es el rechazo profundo al presente. Por eso pocos neuróticos ansisosos se suicidan, están siempre a la espera de un mal mayor.
Suicidarse implica la máxima atención y lucidez, decirse "esta soy yo, ahora, aquí". Y saber, también, que no se debe esperar más.
Suicidarse es cerrar una puerta, la de la sala de espera."

Alejandra Pizarnik







viernes, 5 de junio de 2015

viernes, 29 de mayo de 2015

Mina Loy


Fuera como fuera, dicho amor fue correspondido por ella. Tanto es así que en mayo de 1929 –doce años después de la desaparición de Cravan– la Revista Liitle Review le preguntaba a Mina Loy:

- ¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida?

- Cada momento que he pasado junto a Arthur Cravan.

- ¿Y el más desgraciado? (Si quiere responder)

- El resto del tiempo.


miércoles, 22 de abril de 2015

El elogio de la sombra


«Piensen en la sonrisa de una joven, a la vacilante luz de una linterna, que de vez en cuando hace centellear unos dientes lacados de negro de entre unos labios de un azul irreal de fuego fatuo: ¿puede uno imaginarse un rostro más blanco?»

miércoles, 18 de febrero de 2015

Preguntas y dudas y obsesiones...

 
 
Sábado 18 de agosto

[............]

A veces me toco, cierro los ojos y me digo: Es tu mano. Imposible el orgasmo a larga distancia.Quiero lo tuyo y lo digo. No me consuelan los otros, nadie me consolaría nunca. Quiero tu sexo y lo digo, quiero dormir contigo y lo digo. Quiero hundirme en tu abrazo -una sola vez siquiera- y gemir al unísono contigo, mi lengua en la tuya en el silencio de una noche que ya no será noche sino una isla de perfumes y delicias apenas soportables en la que necesitaré de toda mi inocencia y de toda mi perversidad y de un coraje inaudito para sobrellevar tanta dicha -que no sé imaginar pero que será (lo presiento) infinitamente más terrible que tu ausencia de ahora, que mi angustia de ahora, en esta noche en que te amo tanto y en que te odio porque no vienes.

19 de agosto

Tengo miedo. Miedo de sus ojos que veré tantos días y tantas noches. ¿Durará el encantamiento? ¿Si poco a poco descubro que mi amor no es un absoluto? ¿Si la cercanía cotidiana me arranca de mi llamado inútil? Si no llegara a necesitarlo, si llegara a no amarlo más... ¿Qué será de mi entonces, tan pequeña, tan sola, tan sin importancia? Si me llegan a extirpar mi amor absurdo como si sólo fuera un tumor... Si me acerco a su vida de inmediato y se desmorona su estatua lejana, presente y viva, no obstante, en mi memoria enamorada. Si es un ser hueco de lo que execro, de pequeños tiempos y pequeñas acciones que no importan... Si su mágica intuición y su posibilidad de leer en mi silencio se alejan con nuestra cercanía... Si de pronto me mira con hastío o cólera o indiferencia... Si se rie de mí o si bosteza cuando hablo o si no me habla ni me mira... Preguntas y dudas y obsesiones...

viernes, 13 de febrero de 2015

Carta sin despedida

A qué mirar, a qué permanecer
A veces,
mi egoísmo me llena
de maldad,
y te odio casi
hasta hacerme daño
a mí mismo:
son los celos, la envidia,
el asco
al hombre, mi semejante
aborrecible, como yo
corrompido y sin remedio,
mi querido
hermano y parigual en la desgracia.

A veces -o mejor dicho:
casi nunca-,
te odio tanto que te veo distinta.
Ni en corazón ni en alma te pareces
a la que amaba sólo hace un instante,
y hasta tu cuerpo cambia
y es más bello
-quizá por imposible y por lejano.

Pero el odio también me modifica
a mí mismo,
y cuando quiero darme cuenta
soy otro
que no odia, que ama
a esa desconocida cuyo nombre es el tuyo,
que lleva tu apellido,
y tiene,
igual que tú,
el cabello largo.
Cuando sonríes, yo te reconozco,
identifico tu perfil primero,
y vuelvo a verte,
al fin,
tal como eras, como sigues
siendo,
como serás ya siempre, mientras te ame.

_ Ángel Gonzalez